martes, 22 de octubre de 2019

Censos históricos y padrones de población en la villa de Morata (IV)

El Cuestionario del cardenal Lorenzana

Unos años después de que se recogieran los datos que aparecen en la documentación del Catastro de Ensenada, que incluían como vimos la pasada semana un detallado censo de los habitantes de Morata, se realizaron en paralelo dos nuevos trabajos que trataban de averiguar los habitantes de la villa. El primero de ellos fue conocido en el momento de su elaboración, 1786, como el Cuestionario de Lorenzana, una relación de catorce preguntas que, a modo de los interrogatorios realizados por Felipe II en el siglo XVI, buscaba describir la realidad económica y social de las villas y ciudades que integraban por entonces el territorio del arzobispado de Toledo. Prácticamente en paralelo, entre los años 1785 y 1787, la Corona promovió un nuevo censo de población impulsado por el conde de Floridablanca que analizaremos la próxima semana.





La sociedad morateña en el XVIII
Pocos años después de realizarse el Catastro de Ensenada, a mediados del siglo XVIII, se trabaja en un nuevo censo, en realidad un cuestionario de catorce preguntas, que nos permite cotejar los datos y obtener una nueva radiografía de la situación de la villa de Morata en esos años. Se trata en este caso del cuestionario que ordenó elaborar el cardenal Lorenzana como arzobispo de Toledo, la sede primada de España.
La Iglesia, como en tantas otras ocasiones hicieran los ministros de la Corona, está interesada en conocer la realidad del territorio sobre el que ejerce la acción pastoral y en el que posee importantes propiedades. Para el trabajo de campo del cuestionario, Lorenzana encarga a los párrocos que elaboren las contestaciones al cuestionario enviado desde la sede arzobispal.
El método utilizado es muy parecido al de las Relaciones de Felipe II del siglo XVI. A la hora de realizar este cuestionario los sacerdotes de cada pueblo tuvieron una participación muy importante: después de todo es la Iglesia, o mejor el arzobispado de Toledo, es el mayor interesado en disponer de los datos económicos y sociales de las parroquias que integran la archidiócesis.


Cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo e impulsor del cuestionario que lleva su nombre

El resumen de las respuestas al cuestionario, redactadas por el entonces párroco de Morata, Francisco Flores, con fecha del año 1786, es el siguiente:
En cumplimiento a la orden comunicada por el Excelentísimo señor arzobispo de Toledo, mi señor, para evacuar los particulares que comprende el interrogatorio que se me ha remitido, dirigido por vereda del señor vicario general de la ciudad de Alcalá, digo:
1º- Que este pueblo es villa con el nombre de Morata; que es de la vicaría general de Alcalá de Henares; que es de señorío. Que lo es de este pueblo el Excelentísimo señor marqués de Astorga, conde de Altamira; que se compone todo su vecindario de cuatrocientos vecinos.
2º- No es cabeza de vicaría ni de partido; no es anejo de ninguna parroquia; que no tiene convento alguno, si no es una casa de labor que tienen los padres del convento del Rosario de la villa de Madrid. Hay cuatro ermitas extramuros de este pueblo: la una de Nuestra Señora de la Concepción; otra, de Nuestra Señora de la Soledad; otra, de Nuestra Señora del Rosario; y otra, de Nuestra Señora de la Antigua, la que se tiene por patrona y de la mayor devoción y celebridad en el día de la Natividad de Nuestra Señora, de la que ha recibido este pueblo singulares beneficios por medio de esta imagen; cuyas cuatro ermitas están muy inmediatas al pueblo y, dentro de él, hay otra del Santísimo Cristo de la Sala.
La advocación de la parroquia lo es Nuestra Señora de la Concepción.
3º- Dista este pueblo de la metrópoli de Toledo once leguas y de la vicaría de Alcalá de Henares cinco leguas. Los lugares circunvecinos son: al Oriente, la villa de Perales de Tajuña, que dista cuatro cuartos de legua; a Mediodía, la villa de Chinchón, a distancia de cinco o seis cuartos de legua; a el Poniente, villa de San Martín de la Vega, que dista cinco cuartos de legua; y al norte, la villa de Arganda, que dista cuatro cuartos de legua. El término y jurisdicción de esta villa de Morata ocupa, de Oriente a Poniente, cuatro cuartos de legua y, de Norte a Mediodía, cuatro cuartos de legua, y de circunferencia, seis cuartos de legua.
4º- Que este pueblo se halla en la ribera del río Tajuña (a distancia de él como dos tiros de fusil), al Norte y el río corre del Oriente al Poniente y nace, según dicen, en las Alcarrias. Este río, llamado de Tajuña, tiene un puente de piedra que se llama la Puente Grande, que sirve de tránsito para las villas de Chinchón y Valdelaguna.
5º- Que no hay sierras ni nada de lo que contiene la 5ª pregunta.
6º- Que no tiene montes y sólo hay un bosque, que pertenece a el señor del pueblo, en el que hay, en las arroyadas y manantiales, alamedas y álamo negro y blanco y, en los demás sitios, olivas, carrascas, encinas, almendros y espartales, y en él hay una fuente y otros manantiales; cuyo bosque mira al mediodía y su circunferencia será de un cuarto de legua.
7º- Se ignora la fundación y armas del pueblo. Sólo hay en la plaza un rollo de piedra del país con cuatro gradas al pie y su altura, diez varas, y no se sabe cuando se puso ni con qué motivo. Sólo se denota mucha antigüedad. No hay castillo ni edificio de los que expresa este capítulo.
8º- Los frutos más singulares que produce este pueblo son trigo, cebada, aceite y vino y, en la vega, varios esquilmos de ajos, melones, cebollas, cáñamo y otras verduras que se benefician con los caces que salen del río Tajuña, y en ella hay una huerta propia del señor del pueblo, de frutales, que la rodea el río, cercada de álamos negros y blancos.
9º- No hay en este pueblo manufacturas ni fábricas. Sólo hay dos molinos de pan [y] un batán de paños.
10º- Que no hay mercados ni ferias ni nada de lo que expresa el 10 capítulo.
11º- No hay más estudios que un maestro de primeras letras que enseña a los niños del pueblo.
12º- En este pueblo hay un alcalde mayor*, que le nombra el señor de él, dos alcaldes ordinarios**, cuatro regidores, un procurador síndico, dos alcaldes de la Hermandad y dos diputados del común, cuyos oficios disfrutan la mitad el estado noble, y la otra mitad, el general. No hay nada de lo que expresa esta pregunta del interrogatorio.
13º- Las enfermedades comunes que se padecen sólo es de tercianas, tabardillos, dolor de costado y demás achaques comunes, para lo que hay un médico, un cirujano y boticario. Anualmente nacen unos sesenta a setenta y mueren de cuarenta a cincuenta.
14º- En este pueblo no hay más que las aguas comunes, que son de fuentes y arroyos, pero, entre ellas, las hay muy buenas y saludables.
Que es cuanto se puede informar sobre todos los particulares del interrogatorio.
Morata, marzo, 22, de 1786
Firma: don Francisco Flores.
Interpretación de las respuestas al cuestionario
En las respuestas al cuestionario del cardenal Lorenzana y las propias preguntas nos indican que, además del interés por los datos económicos de la villa, también se muestra cierta inquietud sobre problemas como la sanidad, la historia, la geografía e incluso la enseñanza en la villa junto, naturalmente, a los datos meramente religiosos. Hay aspectos novedosos pero otros se repiten en relación a otros censos: la actividad laboral de los vecinos, la organización del concejo de la villa y, por supuesto, la presencia del señorío de la casa de Altamira y Astorga.
En cuanto a los habitantes que por entonces vivían en Morata, el párroco se muestra ciertamente conciso en su respuesta, se compone todo su vecindario de cuatrocientos vecinos. Esta cifra, pese a su ambigüedad, podríamos entender que supone un incremento importante respecto a la población censada en el Catastro de Ensenada, casi cuatro décadas antes, cuando se afirmaba que en Morata se cuantificaban 319 unidades familiares que equivalían a 1181 vecinos. Sin embargo, como veremos la próxima semana con el censo de Floridablanca, mucho más fiable, en realidad la población de Morata había disminuido ligeramente en los años que habían transcurrido desde que se realizara el citado Catastro de Ensenada a mediados del siglo XVIII.
El cuestionario nos permite comprobar cómo en el apartado religioso aparece ya citada como patrona de la villa la Virgen de la Antigua con lo que desaparece así la referencia a la Virgen de la Vega (mencionada en las Relaciones de Felipe II). Además se citan las ermitas existentes, entre ellas la del Rosario y la del Cristo de la Sala.
Muy significativo es el apartado dedicado a la organización del consistorio de Morata. Se deja muy claro que el señor de la villa es el responsable del nombramiento del alcalde mayor (recordemos que es el responsable de presidir el concejo y administrar justicia), mientras que los alcaldes ordinarios y de Hermandad –encargados de la seguridad y la vigilancia en el campo- representan a los nobles y pecheros. Los regidores se pueden asimilar al cargo actual de concejal mientras que el procurador síndico responde a la figura del encargado de promover los intereses y los derechos de la villa. El síndico del común, figura administrativa de reciente creación entonces, respondía a la necesidad de que las villas y lugares de señorío contaran con representantes que defendieran sus intereses frente al creciente poder del señor. Estos cargos se crean a raíz de los motines generalizados que se producen en 1766 a consecuencia de la carestía de la vida. En esa fecha, el rígido control de los municipios por la oligarquía impedía una correcta administración de los pósitos como principales organismos con los que hacer frente a los movimientos alcistas en los precios de productos esenciales como el trigo y la harina.
La omnipresencia del conde de Altamira se manifiesta también cuando se citan dos de sus posesiones: la huerta de Angulo y El Bosque. Naturalmente, estas dos propiedades hacen referencia a la huerta de Angulo, con el molino, y al Bosque, aunque no como lo conocemos actualmente: el lugar que ahora ocupan los pinos entonces lo ocupaban encinas y matorrales. En estas referencias al titular del señorío de Morata, sorprende que el redactor de las contestaciones no dé noticia sobre el motivo de la presencia del rollo en la plaza del pueblo. Y es que en las villas de señorío todos los vecinos sabían perfectamente el motivo de la presencia del rollo y para qué se utilizaba: demostrar la existencia de un señorío y la correspondiente jurisdicción señorial así como su utilización como picota para exponer la cabeza de los condenados.
Sí que tiene muy claro el cura de la parroquia de Morata los principales medios de vida de sus feligreses. Como en anteriores relaciones y censos los cereales y el vino, junto con los productos de la huerta, el cáñamo y el aceite son los productos que se cultivan en el campo morateño. En este sentido hay que apuntar que el aceite aparece reflejado por el párroco entre los más importantes (recordemos que en otros censos de siglos anteriores no aparece) mientras que continúa la referencia al cáñamo, tan presente en todas las citas referentes a Morata desde el ya lejano siglo XVI.
Este cultivo, desde hace tantos años ausente de la vega morateña, debió de generar un importante movimiento económico en Morata durante muchos años: de ahí la cita, también habitual, de un batán en la ribera del Tajuña como elemento imprescindible para la transformación y manufactura de la cosecha que, a falta de otros datos más concretos, podemos considerar como importante a lo largo de los siglos. En este sentido, aunque el párroco de Morata se muestra muy escueto, podemos hacernos una idea de la importancia del cultivo del cáñamo si acudimos a la respuesta que sobre el mismo tema da el párroco de la población vecina de Perales. Este, en la contestación a la pregunta número 9 del cuestionario y donde su colega de Morata se limita a señalar la existencia de un batán de paños, se extiende en los detalles y señala que las manufacturas que hay son de hilazas de cáñamo, en lo que se emplean las mujeres, para texer lienzos que son los que comúnmente gastan los vecinos, y la de tejer costales, de los cuales, además de los que se necesitan para el pueblo, se venderán anualmente para otros mil y doscientos a precio, cada uno, de nueve a diez reales de vellón; y todos ellos, o los más, se texen por las mujeres del pueblo, en el que no hay máquinas ni inventos nuevos.
Además, en una respuesta anterior, el párroco peraleño hace referencia a una producción anual de 5.000 arrobas de cáñamo. Si extrapolamos estas cifras a Morata, es fácil llegar a la conclusión de que en nuestra villa, con una extensión mayor de tierras de regadío y la existencia de un batán, la actividad en torno al cultivo y manufactura del cáñamo debía ser muy importante.
Hay otro dato que destacar también en la respuestas al cuestionario del cardenal Lorenzana que también aparece en el Catastro de Ensenada: se hace referencia a la presencia en la villa de un maestro de primeras letras que enseña a los niños del pueblo, lo que indica que frente al desinterés de siglos anteriores, las ideas de la Ilustración, de alguna forma y en pequeña medida, empiezan a imponer la necesidad de atender la formación de los niños, aunque, desafortunadamente, no tenemos noticia sobre quién es la instancia responsable de pagar los honorarios de la persona encargada de la escuela (En el caso de Perales, que citamos otra vez, su cura párroco informa que la dotación del maestro se abona con cargo a los bienes de propios del concejo).
Indicadora de la realidad sanitaria de la época es la respuesta respecto a las enfermedades más comunes en la villa. Tomemos en consideración que estamos en una etapa histórica en la que los métodos curativos estaban ciertamente muy alejados no ya de los actuales sino de los avances de la medicina en el siglo posterior. Incluso la denominación de las enfermedades, ahora en desuso, y los métodos terapéuticos de la época nos resultan necesariamente chocantes desde una perspectiva actual. Así conviene, en primer lugar, situar en qué consisten las enfermedades señaladas por el párroco.
Las tercianas (calenturas intermitentes que se repiten cada tres días), el tabardillo, que esconde bajo esa denominación el tifus (enfermedad infecciosa muy grave en la época, que provocaba altas fiebres y manchas punteadas en la piel), el dolor de costado (también acompañado de fiebres), son en todos los casos enfermedades ahora perfectamente controlables pero en aquellos años ciertamente peligrosas y mortales en muchas ocasiones. A finales del reinado de Carlos III una epidemia de tercianas costó muchas vidas ante la falta de medidas terapéuticas con las que afrontar una enfermedad (también se cita como habitual en la villa vecina de Perales) ante la que el remedio más utilizado por los facultativos de entonces era la quina. Este desamparo ante la enfermedad y las epidemias provocaban una mortalidad muy alta, acompañada de un índice de natalidad muy elevado en relación con las cifras actuales.


* Alcalde Mayor de Morata en 1786: Pedro Pasarín y Quindo.
**Alcaldes ordinarios de Morata en 1786: Juan González de Pereda y Juan de Almazán.


Fuentes y bibliografía:

  • Archivo Diocesano de Toledo. BPT ms. 85, f. 295 vto. (También existe una copia con la transcripción del cuestionario del cardenal Lorenzana en la Consejería de Economía de la Comunidad de Madrid).
  • Morata de Tajuña, según el Catastro de Ensenada. Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín-Bubok, 2011.
  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y Respuestas Particulares H 408 y H 410. Archivo General de Simancas. Respuestas Generales Toledo. Libros 611 a 627.
  • Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño. Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Guadalajara, 1999.




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