jueves, 2 de diciembre de 2021

 

Morata, tierra de olivares y de aceite (III)

A mediados del siglo XVIII los frailes dominicos del Rosario y el conde de Altamira eran los mayores propietarios de olivares

Otras familias, como los Ruiz de Castañeda o los Cuevas, también poseían un importante patrimonio olivarero

La pasada semana veíamos como en las tierras de secano de Morata se cultivaban unas 1.200 fanegas de olivares a mediados del siglo XVIII. También destacábamos que estos olivares eran calificados en distintas categorías por los peritos que colaboraron en la elaboración del Catastro de Ensenada en Morata. En esta entrega del blog aprovecharemos la excelente documentación que nos ha quedado de las averiguaciones del catastro para analizar cómo se distribuía la propiedad de estos olivares entre los distintos vecinos de Morata y, también, entre otros grandes propietarios como el señor de la villa, el conde de Altamira, o los frailes del convento de dominicos del Rosario de Madrid.


La explotación olivarera de los frailes dominicos del Rosario

Los frailes del convento de Dominicos del Rosario de Madrid eran, sin duda, si nos ceñimos al clero, los mayores propietarios de fincas rurales en Morata a mediados del siglo XVIII. Por encima de ellos, y en este caso hablamos de un miembro de la nobleza, sólo el conde de Altamira acumulaba más propiedades en el término de Morata.

Hablaremos en primer lugar de los frailes dominicos. Esta orden religiosa de los dominicos del Rosario, junto a otros religiosos regulares como los jesuitas del Colegio Imperial de Madrid, o los también dominicos del convento de Atocha, poseían un importante patrimonio en varios pueblos del entorno de la capital del reino. En estos años de mediados y finales del siglo XVIII, fueron conocidos, en expresión del conde de Floridablanca, como monjes granjeros, por sus extensas explotaciones agrícolas que se dedicaban, sobre todo, en localidades como Arganda, Chinchón o Alcalá de Henares, al cultivo de la vid y del olivar y a la transformación y elaboración de sus cosechas de uva y aceitunas. En Morata, como vamos a ver, también destacaban por su actividad agrícola y su dedicación, entre otras actividades, al cultivo del olivo y a la transformación de la aceituna en la almazara de su propiedad.

Los dominicos del Rosario se establecieron en la casa de labranza que poseían en el entonces denominado camino de San Martín, -actual avenida de la Constitución- en la amplia parcela que ocupa actualmente la Casa Mac Crohon y todo el terreno adyacente. Pero su llegada a Morata se había producido unas décadas antes. A mediados del siglo XVII, Octavio Centurión, miembro de una familia de banqueros italianos afincados en España desde al menos finales del siglo XVI, fundó el convento en Madrid, en el entorno de la calle de San Bernardo y la actual Gran Vía madrileña.

A este convento urbano se le sumaron sus propiedades en la villa de Morata, y también en Chinchón y Perales, donde establecieron una importante explotación agrícola, en la que contaban con nueve trabajadores fijos entre mozos de labranza, criados y arrieros. Sus bienes incluían viñedos, olivares, tierras de secano y de regadío, eras de pan trillar, pozas de cáñamo y, por supuesto, lagares y almazaras para elaborar su producción de vino y aceite.

En el caso que tratamos en estas entregas del blog, los olivares, los frailes dominicos sumaban 3.527 olivas distribuidas por todo El Llano de Morata. De este patrimonio olivarero 2.121 olivas correspondían a olivares que, en su mayoría, se calificaron como de buena calidad y que, también en su mayor parte, se localizaban en parajes situados al norte de la población como la Raya de Arganda, el Camino de Alcalá, la Fuente del Valle, la Tarayuela o El Parronal.

El resto de las olivas de los dominicos, 1.406 pies, se localizaban en parcelas en las que las plantas de olivo se combinaban con el cultivo de la vid. Curiosamente, este tipo de explotación agrícola a la que ya nos referimos la pasada semana, fue muy común en viñas de los frailes del Rosario y, en su mayoría, se situaban al oeste del término municipal –La Cárcava, las Casas Altas o la Cuesta de San Martín- y en parcelas de grandes extensiones como la que poseían en La Solana con 28 fanegas de superficie con 11.000 cepas y 600 olivas. Sin duda, por entonces, una de fincas más importantes de todo el término municipal.

La producción de estos olivares tenía su destino final en la almazara que los frailes poseían en el entorno del actual jardín de San Isidro, en el denominado callejón del Molino. Cuando los dominicos poseían este molino de aceite, a mediados del siglo XVIII, era prácticamente una zona en la que no existían viviendas y sí varios molinos aceiteros, como veremos en su momento al tratar sobre la elaboración de aceite en Morata. 

Relación de olivares propiedad del convento de dominicos del Rosario en Morata (AHPT)

 

Los olivares del conde de Altamira

Otro propietario que contaba con un importante patrimonio en fincas destinadas al cultivo del olivar era el conde de Altamira. En el momento de la elaboración del catastro el titular de la casa condal, y como tal señor de la villa de Morata, era Ventura Osorio de Moscoso y Fernández de Córdoba, X conde de Altamira.

En esos años, cuando se hicieron las averiguaciones del Catastro de Ensenada, el conde de Altamira era el propietario de 2.399 olivas distribuidas en 73 fanegas repartidas por todos los parajes del término de Morata.

A estas olivas había que añadir las que se encontraban en El Bosque, en el mismo lugar que hoy identificamos con el parque del mismo nombre. Sin embargo, esta finca cuando estaba en el patrimonio del conde de Altamira era muy diferente a lo que conocemos actualmente, sin olivos ni encinas y con un arbolado en el que predomina el pino. En el siglo XVIII la finca del conde de Altamira, que también la utilizaba como cazadero, ocupaba doscientas catorce fanegas y, además de zonas arboladas con encinas y álamos blancos y negros localizados en las proximidades de los diversos manantiales que brotaban en las zonas más escarpadas, también se contabilizaban varias plantaciones de oliva de diferentes calidades, según especificaba en la documentación del catastro Diego de Almazán, administrador del conde de Altamira en la villa:

(…) y tiene dicho bosque dos mil y trescientas y un pies de olivas y la mitad de ellas se labran en pedacitos [sic] y las demás no se pueden labrar por estar entre cerros y peñascos, y tiene entre estas trescientas olivas de buena calidad y seiscientas de mediana y las restantes de la más ínfima (…).

Curiosamente, el conde de Altamira, a pesar del extenso patrimonio en fincas rústicas que disfrutaba en Morata, especialmente en la vega en las tierras de regadío, donde era, con mucha diferencia, el mayor propietario, sólo explotaba directamente* estos olivares de El Llano y de El Bosque, que sumaban 4.700 olivas en total, mientras que el resto de sus fincas se explotaban por parte de los vecinos de Morata en arrendamiento o tomadas a censo.

Otros grandes propietarios de olivares

La documentación del catastro también nos permite identificar a aquellos labradores que acumulaban extensas explotaciones de olivares en el término de la villa. Entre estos grandes propietarios destacan dos vecinos de Morata que, a su condición de propietarios y cultivadores de olivares, unían también el hecho de ser propietarios de almazaras o molinos de aceite en los que molturar su producción olivarera.

Joseph de Cuevas, vecino de Morata y domiciliado en una casa junto a la fuente en la calle Real de Arganda, era propietario de una extensa hacienda orientada, preferentemente, al cultivo de cereales y, sobre todo, a la producción de aceitunas y elaboración de aceite en la almazara de su propiedad. Cuevas declaró a los jueces encargados del catastro la propiedad de 54 fanegas de olivares en los que labraba 1.870 olivas de las que 1.350 estaban calificadas como de buena calidad y el resto de calidad media. Resultaba evidente, como veremos en próximas semanas, que Juan de Cuevas, además de su propia cosecha se dedicaba también a la molturación de la cosecha de olivas de muchos vecinos de la villa.

Dos miembros de la familia Ruiz de Castañeda, miembros de la pequeña nobleza local, también destacaban por su dedicación al cultivo olivarero. Pedro Antonio Ruiz de Castañeda, vecino de San Martín de la Vega pero con un amplio patrimonio en Morata, poseía una casa en la calle real a San Martín –actual avenida de la Constitución- con un almacén de aceite con diez y seis tinajas en las que almacenar la producción de sus más de 3.000 olivas distribuidas por todo el Llano de Morata.

Su hermana María Antonia Ruiz de Castañeda, domiciliada en una casa también situada en lo que hoy es avenida de la Constitución, pero que en la época del catastro se conocía como calle Real que sale a la ermita del Rosario, era titular de más de 4.000 olivas que ocupaban unas 113 fanegas de tierra. Además, en su casa disponía de un almacén con 6 tinajas con capacidad para cuatrocientas arrobas de aceite.

Al margen de estos grandes propietarios que hemos citado –el convento de dominicos del Rosario, el conde de Altamira, Juan de Cuevas o los hermanos Ruiz de Castañeda-, la mayor parte de los olivares estaban muy repartidos entre los labradores de la villa de Morata. Este reparto de la propiedad olivarera nos remite a una gran cantidad de pequeños propietarios con una cosecha anual –o bianual- relativamente reducida que destinarían gran parte de su producción al autoconsumo o, también, a la venta fuera de la villa para lograr mayores plusvalías. No hay que olvidar que en estos años de los que tratamos el aceite no dejaba de ser un producto al alcance de muy pocas economías, casi un producto de lujo, lo que obligaba a muchas familias a utilizar como grasa para cocinar la manteca de cerdo, producto mucho más asequible para las clases menos pudientes.

Para finalizar la entrega de hoy planteamos una propuesta para cuantificar la producción anual de los olivares morateños, siempre con la prevención a la que obliga, pese a la fiabilidad de las fuente, la dificultad de calcular estas producciones. A partir de las cifras de producción que asignaron los redactores del catastro a las distintas calidades de olivas plantadas en el Llano podemos calcular una producción anual de 4.120 fanegas de aceitunas o 226.600 kilos, un año con otro, y teniendo en cuenta el descenso de producción tras los años de mayores cosechas. En próximas entregas analizaremos cómo las ordenanzas municipales protegían este cultivo olivarero y como se regulaba la recolección y hasta la rebusca de los olivares.



*Todos los titulares del señorío de Morata, tanto cuando lo ostentaban miembros de la Casa de Leganés como cuando pasó a los condes de Altamira, siguieron un patrón de explotación de sus bienes rústicos muy similar: arrendamiento o tierras dadas a censo de las fincas de la vega o de las viñas de secano y de regadío y, por el contrario, cultivo directo de los olivares que les pertenecían el término. De hecho, como veremos en próximas entregas, estos olivares, junto con El Bosque, fueron las últimas fincas que permanecieron en el patrimonio de los condes de Altamira hasta bien entrado el siglo XIX cuando el resto de propiedades rústicas –viñas y tierras de riego- hacía décadas que habían sido enajenadas.



Fuentes y bibliografía:

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Tratado del cultivo del olivo en España y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de la señora viuda e hijos de don José Cuesta. Madrid, 1870.

Agricultura general que trata de la labranza del campo (…). Herrera, Alonso de. Edición José de Urrutia. Madrid, 1790.

  • Toledo en época de frontera. Ladero Quesada, Miguel Ángel. Universidad Complutense de Madrid. Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 3, 1984.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas de Morata al interrogatorio).

  • Relaciones Topográficas de los pueblos de España, lo más interesante de ellas. Ortega Rubio, Juan. Sociedad Española de Artes Gráficas. Madrid, 1918.

  • La vida rural castellana en tiempos de Felipe II. Salomon, Noël. Ariel Historia. Madrid, 1982.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

  • Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. (La provincia de Toledo del siglo XVIII). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid, 1997.

  • Toledo 1751. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (Introducción). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria. Ayuntamiento de Toledo. Tabapress. Madrid, 1990.



















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